La vida es una mandarina
Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos
Hay momentos en que la vida se despliega con la suavidad de lo simple, lo esencial, lo que a menudo pasa desapercibido y que siempre tengo el privilegio de registrar.
Ayer por la mañana, al llegar a Tita Café, dónde las frutas cítricas en la entrada saludan al paso, sentí que la vida misma se ofrecía en su desnudez más dulce. Me encontré con dos amigas que, como esas pequeñas frutas, invitan a desarmar las capas de la vida, a abrirse sin miedo y estar disponibles para lo que el momento trae. En la sencillez de estar juntas, entre risas, charlas que se abrían, juegos de palabras, imágenes evocadas, reconocí que lo importante siempre está presente, solo hay que saber detenerse y saborearlo.
Días atrás, en el Centro Cultural Recoleta el encuentro con un amigo me dio otra lección de apertura. Su espera y su mirada del mundo abrieron un nuevo espacio y mi gratitud suavizó tantas emociones internas. Bajo los árboles que perfumaban el patio, el tiempo dejó de existir. En ese espacio íntimo, caminamos por salas que nos recordaban que la conexión más profunda no siempre necesita palabras. Como quién desarma una fruta, paso a paso, los silencios y las miradas construían un diálogo donde lo invisible tomaba forma. Fue un recordatorio de que la vida se revela, a su manera, cuando estamos dispuestos a recibir lo que tiene para darnos, sin apuro.
Y así, encontré en estas experiencias una reflexión más profunda sobre la espera, la apertura, y el encuentro. La vida nos invita constantemente a despojarnos de lo innecesario, a confiar en que lo esencial llegará cuando sea su momento. Igual que quién pela una fruta, a veces es necesario avanzar con cuidado, capa por capa, para descubrir el centro de lo que realmente importa. La dulzura no se fuerza, se revela cuando estamos listos para abrazarla, cuando somos capaces de esperar con paciencia y entregarnos a lo que el presente tiene para ofrecer.
Julio Cortázar decía: “Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma.” Y tal vez sea eso lo que sucede en los encuentros más significativos. No siempre es necesario hablar; basta con estar presentes, con reconocer la magia en lo cotidiano, con dejarnos guiar por lo que se despliega ante nosotros.
La vida es, al final, una serie de encuentros, una danza de tiempos, de conexiones que se revelan en su máximo esplendor cuando estamos dispuestos a recibirlas con el corazón abierto, como quién saborea una fruta al llegar a su centro más tierno.
Quizás, lo que la vida nos pide es aprender a detenernos. A abrir los sentidos a lo que nos rodea, porque cada capa que pelamos nos lleva más cerca de lo que realmente somos. Y en ese centro, donde habita la dulzura, nos encontramos a nosotros mismos, reconociendo que cada pequeña experiencia guarda el secreto de lo que tanto buscamos: la posibilidad de vivirlo todo, de sentirlo todo, en el presente.
Bello domingo, Cin.
ROSARIO: ¡Nos vemos prontísimo!
7 y 8/11 dos encuentros íntimos y profundos en la Librería Petite Ross - Salta 2250.
Toda la información para anotarse aquí
MONTEVIDEO te vuelvo a ver muy pronto con un encuentro de escritura íntima en temporada escorpiana que se las trae y con una producción con tambores incluídos que es un lujo.
En el susurro del domingo que viene comparto toda la info.