Volví de Rosario. El cuerpo ya en casa, mis emociones aún buscan su lugar, como un río que se calma después de una tormenta. No subestimar los movimientos lunares es siempre un recordatorio sagrado, un recordatorio de que somos parte de algo mucho más grande, donde cada fase lunar refleja nuestras propias mareas internas.
Hace un mes, viajé a esa hermosa ciudad bajo la luna nueva en Cáncer, cuando el cielo invitaba a sembrar nuevas intenciones, a mirar hacia adentro y plantar semillas en el jardín de nuestra alma. Ahora, regreso con la electricidad de la luna llena en Acuario, una energía que me impulsó a liberar, a romper cadenas y a ver las caras de la luna, en toda su plenitud, en toda su sombra.
En ese reflejo lunar, también vi mi propio desborde emocional, una ola que necesitaba romper para purificar lo que estaba atorado en las profundidades. Ese desborde no fue otra cosa que una manifestación de lo que mi alma pedía: expresión, liberación, verdad.
Las palabras que dolían, las que llevaban tanto tiempo guardadas, por fin encontraron su voz. Porque callar lo que nos hiere no es más que poner una venda sobre una herida que supura. Como dice Clarice Lispector: “El silencio es un escudo, pero detrás de él se esconde una batalla que necesita ser librada.” Es en ese acto de dar voz a lo que nos duele donde encontramos la verdadera sanación. Callar lo que nos hiere es una forma de encierro, un autoexilio que nos impide respirar profundamente.
Me reconecté con mi niña interna, esa parte de mí que aún cree en la magia encontró darse la seguridad que pedía y exigía a los demás. Constelé con un ángel, enviado por una amiga que entiende la importancia de las almas que nos acompañan en el camino. Su asistencia, su presencia amorosa, fue más grande que toda mi revolución, y en ese espacio seguro, pude ver mis heridas de frente y no hui. Al hacerlo, me di cuenta de que tenemos dos caminos: permitir que el dolor nos destruya o elegir la transformación.
Y en ese camino de transformación, también entendí algo más profundo sobre las relaciones y el desapego. A veces, necesitamos soltar lo que nos retiene, dejar de aferrarnos por miedo o comodidad, y abrirnos a la libertad de ser. Dejar de pensar tanto y sentir más, simplemente conectar. No desde la posesión, sino desde la libertad que nos permite amar sin ataduras, sin expectativas que nos impongan deberes incoherentes con el verdadero significado del amor.
En cada relación, hay tiempos y momentos, encuentros y desencuentros, procesos de maduración y re-evolución. Muchas veces nos apegamos y aferramos por miedo a soltarnos, y es ahí donde todo comienza a forzarse. Es entonces cuando necesitamos un poco de aire, de pausa, para reencontrarnos con nuestra esencia, con quienes somos cuando estamos en soledad. El desapego nos permite ver con claridad, nos permite elegir lo que realmente nos nutre y soltar lo que no. Y a veces son personas y otras veces, dinámicas vinculares que repetimos.
Y al final, se trata de recordar que no necesitamos apegarnos a nada ni a nadie, porque todo lo que buscamos ya está en nuestro interior. En cada paso que damos hacia nuestra propia libertad, nos acercamos más a ese lugar donde las heridas sanan y la luz entra.
Para ir cerrando, te dejo una pregunta que escribí al inicio del viaje. sin saber lo que vendría después: ¿Cómo elegís transformar lo que duele en tu corazón?
Si llegaste hasta acá, te lo agradezco con mucho amor.
Que cierres con suavidad y gratitud el día.
Cin ♡
Se viene en dos semanas en Rosario, una experiencia de arte, mensajes celestiales, guías, señales y reconexión…el finde más novedades…
La pregunta del final me invitó a servir una copa de vino, sentarme con una luz tenue y sentirme... Algo que no estaba pudiendo en medio del caos. Gracias ❤️🔥