El cuerpo sabe el camino de regreso
A veces no hace falta moverse. Solo quedarse. Escuchar. Y dejar que algo en vos recuerde dónde es hogar.
Volver al cuerpo, volver a casa
Hay cielos que nos empujan hacia afuera, a lo nuevo, a lo urgente.
Y hay cielos como este. Cielos que nos invitan a volver. A cerrar la puerta por dentro. A preguntarnos qué parte nuestra necesita todavía un gesto suave, una palabra no dicha, una pausa sin explicación.
Este cielo tiene hambre de ternura.
No de la cursi, no de la que se ve linda en fotos. La ternura que sostiene. La que escucha sin apurar. La que limpia con cuidado lo que dolió.
Es un cielo que pide cuerpo. Que necesita volver a habitarse desde adentro.
La energía que nos rodea está llena de memoria, de vínculos que se hacen hogar, de emociones que no piden permiso para salir. Hay un deseo de protección, de volver al nido, de dejar de fingir que podemos con todo. Pero también hay una inquietud. Como si lo de siempre ya no alcanzara. Como si eso que nos hacía bien necesitara ahora otra forma, otro ritmo, otro modo de decir “estoy acá”.
Los pensamientos están encendidos, con ganas de expresarse, pero también tensos. Puede que sientas que hay algo que querés decir y no sabés cómo. Que hay una verdad interna que se está gestando y todavía no encuentra palabras. Este cielo no pide claridad, pide presencia. Pide que no huyas del temblor. Que escuches sin correr a resolver.
Y hay algo más. Algo profundo, subterráneo. Un movimiento interno que pide transformación. Una transformación que nace de lo que ya no se puede sostener. De lo que se desgasta cuando te seguís nombrando como antes. De lo que se quiebra no para romperte, sino para que aparezca otra forma de habitarte.
Es tiempo de revisar qué es lo que te hace sentir en casa. No afuera. En vos.
Dónde está ese lugar donde podés descansar de vos misma.
Con quiénes podés bajar la guardia sin pedir disculpas.
Qué hábitos, palabras, gestos o personas te devuelven al cuerpo cuando la cabeza quiere huir.
Porque a veces el hogar no es una casa, ni una ciudad. A veces el hogar es volver a sentir que podés respirar. Que podés llorar sin tener que explicar. Que podes no saber y aún así quedarte.
Ayer volví de Montevideo fueron sólo cuatro días y sentí eso.
Ese “sí” silencioso del cuerpo cuando encuentra refugio.
Volví a encontrarme con personas con las que puedo ser entera, sin esfuerzo. Volví a hablar con quienes no le temen a lo incómodo. Volví a tocar lo tierno sin miedo.
Y volví a mí.
Quizás este cielo no traiga respuestas. Pero sí trae una posibilidad: la de hacer espacio a lo que duele y no empuja. la de alojar lo que emerge y no siempre se entiende. la de elegir otra vez, con el cuerpo como brújula.
Si necesitas volver a casa, no hace falta moverte. Solo cerrar los ojos. Respirar hondo. Preguntarte: ¿Qué parte de mí necesita hoy un abrazo sin palabras?
Con amor.
Cin - ♡
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